martes, 21 de septiembre de 2010

PALABRAS PARA EL CIELO



Imelda Hernando Martín, fue la primera amiga que me encontré en Salamanca y la primera persona que empezó a enseñarme a trabajar para poder vivir con dignidad, en una sociedad construida con un pensamiento surgido de unas circunstancias diferentes.
El 24 de marzo de 2010, su alma partía para buscar otro lugar, en los refugios infinitos del Reino de Dios.

Querida Imelda, durante los primeros días después de irte, no soportaba la idea de que te habías marchado para siempre. Siempre, es un espacio de tiempo demasiado largo, aunque nadie sepa la medida de nuestra permanencia física en este mundo de polvo y desafíos.
Poco a poco voy recordando lo que me enseñaste cuando vivíamos juntas, y después, cuando decidiste regresar a “Caserío de San José”, donde la llanura de los campos segovianos te hacían despertar todos los sentidos.

Había quien se preguntaba como podrías vivir allá, sin palacios de congresos, ni cines, ni farmacias a pie de calle…tan lejos de la civilización que pensamos tener sobre nuestras espaldas.
–No quiero internet porque eso me va impedir desarrollar la telepatía.
Me confesaste en algún momento, mientras te colocabas las muñequeras para autoempujar tu silla de ruedas y, dejar que te rozara el viento, mientras observabas el horizonte antes de que llegara la noche y nos dejara las inevitables señales de otros universos.

Así te recuerdo Imelda, como una mujer que nunca me ha dicho que había que tener fe, sólo me has dado razones para tenerla.
Te escribo estas palabras porque hace unos días me encontré guardado el poema de Mario Benedetti, “Hagamos un trato”. Te gustaba tenerlo a mano, igual que el "Poema 20" de Pablo Neruda.
Pensabas que la belleza de la poesía era una forma de conectarse con la tranquilidad del paraíso. De esta forma empezaste a inculcarme el interés por los versos.
Compañera
usted sabe
que puede contar
conmigo
no hasta dos
o hasta diez
sino contar
conmigo
(…)
Sé que con la vuelta a mis manos de los versos del poeta, algo quieres decirme, y creo que ya he podido descifrarlo, y me alegro, porque en silencio seguiremos comunicándonos y, algún día en el que puedas ayudarme otra vez para seguir intentando mejorar mi relación con el mundo,  vuelvas a repetirme aquella frase  que tantas veces me repetiste: ¡Qué grande eres, Isabelita!.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Cierto es que poco llegué a conocerte. Pero teníamos y tenemos una amiga en común. Seguramente estés por esos lares de arriba. Y siendo así, como así espero, saluda de mi parte a mis seres queridos. Ya que yo, desde abajo, no puedo hacerlo.
Un beso Imelda

Irene, Umpa Lumpa & cía dijo...

Qué bonito Isa. No tuve el placer de conocerla en esta tierra, pero me la has acercado un poquito y me ha emocionado.
=)

Unknown dijo...

Imelda,nunca té olvidaré.
Un gran abrazo.
Mª Jesús